Son los sesenta.
En las
noches
hay un
acuerdo de tango.
Sus
dedos junto a mi espalda
me
conducen.
Dedos
sabios.
Desperezamos
acordes
en el
piso de parquet.
Dibujo
ochos deslizados
con la
punta de mis pies.
Es mi
padre y soy su dama
sobre
tacones prestados.
Son mis
quince y sus cuarenta
punteados
en dos por cuatro.
Siento
el abrazo apretado
huelo colonia
en su cuello
rozo el
pelo renegrido
bebo
estrellas de recuerdos.
Tango
triste
pero
alegre en la añoranza.
Quién
pudiera renacer
eternamente
en la
danza.
Me hiciste recordar a papá cuando bailaba conmigo tangos. Sus pasos y su mano abrazándome. Bellísimo cuento
ResponderEliminar