domingo, 8 de marzo de 2015

Los verbos: concordancia y algo más

* Concordancia: En las oraciones subordinadas, el tiempo del verbo tiene que concordar con el tiempo de la oración principal.
Por ej.: -¿Por qué te vas?
-El jefe me dijo que fuera a comprar algo.
No es correcto: -El jefe me dijo que vaya a comprar algo.
Si “decir” está en pasado, “ir” también tiene que estar en pasado, aunque el sujeto todavía no haya realizado la acción.


* Las formas hay, había, hubo, etc. del verbo “haber” usado impersonalmente, no tienen plural.
No debe decirse: “Hubieron dificultades.”


“Habrán muchos casos similares.”
“Si hubieran mejores programas…”
Se dice: “Hubo dificultades.”
“Habrá muchos casos similares.”
“Si hubiera mejores programas…”

* Los verbos cuyos infinitivos terminan en –cuar y –guar mantienen el diptongo en la conjugación:
Se dice “yo adecuo, tú adecuas, él adecua” y no “yo adecúo, tú adecúas, él adecúa”.
Se dice “yo licuo, tú licuas, él licua” y no “yo licúo, tú licúas, él licúa”.
Se dice “yo evacuo, tú evacuas, él evacua” y no “yo evacúo, tú evacúas, él evacúa”.


Yo sé que todo el mundo dice “adecúo”. Pero todo el mundo lo dice mal. Para que no te miren raro, no adecues: hacé algo adecuado.

Yo sé que todo el mundo dice “licúo”. Pero todo el mundo lo dice mal. Para que no te miren raro, no licues: preparate un licuado. ¡Y dame un traguito!


Yo sé que todo el mundo dice “evacúo”. Pero todo el mundo lo dice mal. No te voy a pedir que no evacues, pero la solución está en no contárselo a la gente… ¡De eso no se habla!... Jajaja…


Nuestro idioma tiene muchas sorpresas. En el texto que sigue, vas a encontrar un montón de supuestos errores. Sin embargo, TODAS esas palabras aparentemente equivocadas están aprobadas por la Real Academia. Si no me creés, buscalas en un diccionario bien grande.


Su abandonamiento era una absurdidad. Tirado en la hacera, corpudo, abigotado, haraposo, acorrucado en una especie de toballa de harpillera, tatareaba una canción en medio de la gritería de la calle sétima. Una pareja dejó de besucarse para escucharlo. No podían salir de su anonadación: la tersidad de su voz cosquillaba el celebro. Hasta un cientopiés lo aplaudía.
De súpito, una madamisela se acercó y lo levantó. Él estaba tirulato porque había bebido un menjurje con alcohol y trastrabillaba. La mujer lo subió a un taxi y lo llevó al clube porque había una quermés. Puso agua en una palancana y lo ayudó a lavarse. Él, al principio, titubaba, pero cuando se convirtió en un interpretador famoso, se contentó y ya no estuvo más desconforme. Sobre todo, cuando llega el fin de año y le pagan el aguilando.


Marita von Saltzen

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