domingo, 23 de febrero de 2014

El diálogo



El diálogo, en una narración, reproduce en forma directa las palabras que se cruzan dos o más interlocutores. Fue introducido a principios del siglo VII por Cervantes, en El Quijote. En estilo directo, es la base del género dramático (recurso propio del teatro), pero le dio ritmo a la novela y, a partir de entonces, se convirtió en un recurso fundamental para lograr un equilibrio rítmico.
En el dinamismo de la acción, podría decirse que el diálogo es estático, pero, sin embargo, implica la agilidad del intercambio entre los interlocutores. Le brinda vitalidad al texto: los personajes actúan por sí mismos para convencer al lector de su autenticidad, aunque se trate de criaturas ficticias.
Para incluir diálogos en una narración, hay que tener en cuenta que:

Ø  el diálogo presenta en vivo una acción pasada, en boca de los personajes. Así, la acción avanza, pero también retrocede;
Ø  debe quedar claro qué personaje habla en cada momento;
Ø  el lenguaje de cada personaje debe revelar sus características: su forma de ser, su educación, su nivel socio-cultural, su manera de actuar;
Ø  el diálogo agrega el color local con las diferentes voces (ambientación);
Ø  se debe respetar la espontaneidad de los interlocutores: como si fuera oral, puede tener interrupciones, frases entrecortadas, signos expresivos;
Ø  debe servir para sintetizar la acción y no para alargarla inútilmente.

Diálogo directo:
Reproduce literalmente la conversación de los personajes. El narrador se hace a un lado (a veces, presenta el diálogo) y los personajes toman la palabra, pasan a primer plano.
Se acercan al lector las mismas palabras y entonaciones (interrogaciones, interjecciones, exclamaciones, apelaciones) de la conversación. Para ello, se usan recursos como:
·         La raya (—) para indicar que habla un personaje:
             No es bueno que un hombre se enamore de una sirena.
·         La  raya o los paréntesis para introducir aclaraciones dentro del diálogo:
            —No pienso —me contestó—; veo. Veo lo que sueño.
·         Los signos de interrogación y de admiración:
            —¿Monigotes? ¿Cómo los que dibujan los chicos?

Diálogo indirecto:
Un narrador nos cuenta la conversación mantenida entre los interlocutores. El narrador asume el primer plano y su discurso contiene las palabras de los personajes.
Se utilizan los siguientes recursos:
·         Oraciones unidas mediante verbos y enlaces:
                        Me dijo que bajara a la tierra; que yo necesito continuar la búsqueda.
·         Formas verbales en tiempos distintos a los de la conversación:
            Le había prometido que si alguna vez ella quería visitar a su familia, él personalmente la llevaría y la traería de vuelta.

Monólogo interior:
El personaje habla solo, a veces consigo mismo, a veces con un interlocutor imaginario, pero no hay nadie que le responda. El monólogo interior presenta el callado discurrir del personaje. Se reproducen en él las motivaciones psicológicas profundas, desordenadas, incoherentes, caóticas.
Hay dos clases de monólogos interiores:
·         el narrado, en el que el narrador habla en tercera persona y se expresa el personaje sin modificar el tiempo de verbo ni la persona gramatical:
            Y ahora quería venir la abuela. ¿Qué le iba a decir? La verdad: que es un trabajo honesto… que todos la quieren mucho, sobre todo el Ruben. ¿Sobre todo él? ¿La quiere de veras él?
·         El indirecto, en el que el personaje habla en primera persona y el narrador se oculta:
            La chica entró a la oficina y ahí estaba el jefe que me mira y con esos ojos que tiene me va a matar de un infarto aunque no sé si le gusto o no y si le gusto por qué no me lo dice de una buena vez.

Este último tipo de monólogo, nacido en el siglo XX, no tiene ya la estructura de la lengua gramatical. Es lo que se llama fluir de la conciencia. Se caracteriza porque en él no se explicitan las características psíquicas ni el estado de ánimo de los personajes, sino que se reproducen las motivaciones psicológicas profundas, desordenadas, incoherentes. Son asociaciones libres, sin coherencia sintáctica; no hay signos de puntuación, ni de entonación, ni mayúsculas, ni espacios en blanco.
           
Es importante, antes de escribir o narrar un diálogo dentro de un texto, saber que una frase poco lograda o un error de dicción pueden pasar inadvertidos o se perdonados, pero un diálogo mal escrito o mal dicho, hace “mucho ruido”, hace poco creíble a todo el texto y puede llegar a hacerlo fracasar completamente.

Algunos detalles, a la hora de escribir:

Ø  Para lograr el guion medio largo, propio del diálogo (como el que se ve en los libros), basta con apretar Control + Alt + signo menos del teclado numérico. Y entonces en lugar de:
                  -Te lo dije. 
      Se ve:
                  —Te lo dije.

Ø  Las aclaraciones se ponen entre guiones, y éstos van pegados a la aclaración y no al texto del diálogo:
                  —Así son las cosas —dijo el rey— y no debes molestarte.

Ø  Cuando hay una aclaración, el signo de puntuación de la frase anterior va después del guión que cierra la aclaración:
                  —Así son las cosas —dijo el rey—. Es mejor no discutir.
               —Así son las cosas —dijo el rey—: siempre sorprendentes.
               —Así son las cosas —dijo el rey—; no podemos cambiarlas.
               —Así son las cosas —dijo el rey—, los hechos y sus consecuencias. 

Ø              Cuando la aclaración va al final de una oración, no se pone el guión final, sino solamente el punto:
                  —Así son las cosas —dijo el rey.

ASÍ SON LAS COSAS.
Marita von Saltzen

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