Ella se cubre con
una sombrilla a lunares para no lastimar su piel. Por un camino bordeado por
naranjos, llega a la plaza. Ve la calesita de madera y, como no hay chicos
jugando, se sienta y la hace girar. Gira la calesita y gira el tiempo de su
infancia, cuando ella hacía lo mismo en el jardín de su casa, cerca de los
manzanos y de los ciruelos.
De pronto, un mal
recuerdo la obliga a detenerse. Se baja y casi corre cuando una pelota se
interpone en su camino. Unos chicos le hacen señas y Ronda alza la pelota y se
las lanza.
Decide regresar,
desandando sus pasos por la calle de los naranjos, pero no la encuentra. Anda y
anda mucho tiempo, perdida en ese barrio circular tan difícil como un
laberinto.
Ronda camina
nerviosa por las calles de Parque Chas. Es una noche de luna llena.