Dicen que, en Tucumán en 1816, entre los pregones habituales, se escuchaba:
—Cuentos,
cuentos, cuentos… Novedades para todas las edades… Historias para la buena
memoria…
Se trataba de un
joven que pregonaba por las calles y luego se detenía en una esquina. Algunos lo
veían pasar, indiferentes; otros lo rodeaban para escucharlo. Él comenzaba con
algunas historias un poco exageradas sobre las hazañas de Belgrano o sobre lo
que sucedía en Buenos Aires. A veces, chismeaba sobre la vida personal de los
congresales. Así, la gente se enteraba de todo lo que estaba pasando. Siempre
reían con las gotas de humor que agregaba el narrador a cada uno de sus relatos.
Tampoco faltaban
los cuentos que comenzaban con “Había una vez…”, que eran del agrado de niños y
adultos.
Dicen que existió
este personaje, pero en realidad no se sabe con certeza.
Lo que sucede es
que cuando un cuentacuentos es muy, pero muy bueno, el público, con el paso de
los años, seguramente recordará las historias, pero casi nunca, el nombre de
quien se las contó.
Marita von Saltzen
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