domingo, 9 de marzo de 2014

Paloma (Cuento para chicos)



Sonó el timbre de salida. Después de saludar a su maestra, Paloma corrió a buscar a su papá que, como todos los días, la había ido a buscar a la escuela en bicicleta.
Sentada detrás de él, la nena veía pasar casas y árboles. Miraba para arriba, bien aferrada a la cintura de su papá para no marearse, y le parecía que las nubes jugaban a la ronda sobre su cabeza.
Por fin, llegaron a la playa, donde habían parado la casa rodante en la que vivían.

A Paloma le gustaba mucho vivir allí. Cada noche se dormía con el rumor de las olas y, por las mañanas, antes de ir a la escuela, se sentaba un rato en la arena, para mirar el mar.
—¡Qué lindo sería vivir acá para siempre! —decía a veces en voz alta, como si los peces o las sirenas o las hadas del mar pudieran escucharla.
El papá de Paloma era titiritero y la mamá, pintora. Viajaban, durante las vacaciones, por todo el país. Llegaban a un pueblo, él armaba su teatrillo y, entre los tres, daban una función. Después, la mamá trabajaba con los chicos, que pintaban, hacían collages o modelaban los personajes y las escenas de lo que habían visto un rato antes.
Cada año, cuando comenzaban las clases, se estacionaban en el pueblo al que habían llegado, para que la nena pudiera ir a la escuela. Cada año, una escuela diferente. La vida de Paloma era toda una aventura. Pero jamás paraban en el mismo lugar dos años seguidos, así que ella siempre era “la nueva”. Había aprendido a no encariñarse demasiado con un pueblo, con una maestra o con los chicos porque sabía que llegaba la hora de partir, después de unos meses.
Era una nena alegre, pero muy solitaria. Sus únicos amigos eran los títeres. De ellos no se iba a separar nunca.
Su preferido era Joaquín, un duende travieso y parlanchín. Paloma metía la mano adentro de él y Joaquín se despertaba con ganas de hacer alguna de las suyas y hablando hasta por los codos. Era el personaje que más hacía reír a los chicos, que lo aplaudían a rabiar. Era, también, el que más retratos tenía: con su chaqueta verde, su pantalón marrón, su gorro también verde, con cascabeles, y su pelo anaranjado,  todos los chicos querían pintarlo. Paloma coleccionaba esos dibujos adentro de una carpeta roja.
Una noche, después de la cena, la nena fue a sentarse en la arena, con su Joaquín en la mano. Miraba ir y venir a las olas de un mar muy manso.
—¡Qué lindo sería vivir acá para siempre! —repitió como tantas otras veces. Pero pensó que era un deseo imposible. Miró a Joaquín, quieto y mudo en su mano.
—¿Por qué, Joaquín, por qué siempre nos tenemos que ir? —preguntó mientras empezaba a llorar.
Entonces, vio una luz que venía del mar y se acercaba a ella, rápido, rápido.  Se balanceaba sobre las olas y brillaba cada vez más, montada en la espuma. Paloma se tapó los ojos para no encandilarse. Cuando miró, la luz había tomado la forma de una mujer chiquita y bonita. Era un hada, vestida de celeste, con largos cabellos rizados. El hada – luz  le dijo:
—Joaquín no te va a contestar, Paloma. Pero él también quiere quedarse en este pueblo. Me lo dice siempre. Yo soy Olina, el hada de las olas. Yo puedo lograr que tu deseo se cumpla.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntó la nena.
—Es fácil: todas las noches, a orillas del mar, cerrá los ojos y poné toda tu fuerza en ese deseo —contestó Olina. Luego se alejó. Unas gotas de polvo dorado y salado salpicaron a Paloma.
Con los párpados apretados, sentadita en la arena con Joaquín –que también cerraba los ojos- cada noche Paloma se quedaba más tiempo escuchando el ir y venir de las olas.
Los papás la miraban extrañados, pero ella no contestaba sus preguntas:
—¿Qué te pasa, muñeca? ¿Qué estás pensando?
Olina no le había dado permiso para hablar del asunto con ellos. Y Joaquín tampoco les iba a decir nada.
Pero una noche la venció el sueño. Así que dejó caer al títere y se quedó dormida en la arena.
Cuando la mamá la vio, corrió a buscarla. La alzó, la llenó de besos y la llevó a la cama.
En el medio de la noche, empezó a llover. A cántaros llovía. Un trueno despertó a Paloma. Un trueno y una voz, que la llamaba:
—¡Paloma! ¡Te olvidaste de mí! ¡No me dejes!
—¡Joaquín! ¡Joaquín quedó en la arena! ¡Papá, despertate!
Pero fue inútil: mamá y papá estaban muy cansados y no la escuchaban. Apenas, entre sueños, el papá dijo:
—Mañana, bebé, mañana...
Entonces, Paloma salió de la casa rodante con su camisoncito floreado. Buscó a Joaquín bajo la lluvia, caminando descalza en la arena mojada. El agua le hacía entrecerrar los ojos y no veía bien. Por eso le dio tanto trabajo encontrarlo. Volvió a la cama empapada. Se tapó y, así nomás, se durmió otra vez.
Con semejante mojadura, al día siguiente, tenía un resfrío de padre y señor nuestro. Y, claro, volaba de fiebre.
La llevaron al médico. Le dieron inyecciones y jarabes; le tomaron la temperatura treinta veces por día. Tan preocupados estaban mamá y papá, que ni siquiera la retaron por haber salido en medio de la tormenta.
Y Paloma hablaba hasta en sueños:
—Olina, el hada, me dijo que me iba a ayudar, me dijo que nos vamos a quedar acá, que Joaquín se lo pidió... Llamala a Olina, mami. Decile  que hoy no fui porque estoy enferma; decile que me cure...
—Delira —dijo el papá—. Debe ser la fiebre.
—Sí, pero fijate que habla de quedarse acá. Te lo dije: deberíamos comprar una casita. Por ella. Y por nosotros —. La mamá también estaba cansada de viajar tanto.




Suena el timbre de salida. Después de saludar a su maestra, Paloma corre a buscar a su papá que, como todos los días, la va a buscar a la escuela en bicicleta.
Pedaleando, la lleva, sentada detrás de él, hasta la casita a orillas del mar.
CuentosLo único que a ella le molesta es que nadie (ni siquiera sus amigos de la escuela) le creen la historia de Olina y Joaquín. Pero, ¿qué importa? Si vive en una casa de verdad, con jardín y todo. ¿Qué importa? Si por las noches, cuando se acerca a la orilla del mar, con Joaquín en la mano, Olina, el hada – luz,  sale del agua y, feliz porque ningún deseo le costó tan poco trabajo,  les guiña un ojo y les tira un montón de besos.http://maritacuentera.blogspot.com.ar/search/label/Cuentos

1 comentario:

  1. Que cuento tan tierno, me gustó, será por soy una niña fantasiosa, si soy una niña de 72 años, acaso no llevamos un niño dentro, si lo cuidamos puede durar toda la vida.
    Felicitaciones Marita

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