miércoles, 22 de junio de 2022

Cinco consejos

P.D.James Phyllis 


Phyllis Dorothy James nació en Oxford, Reino Unido en 1920. Fue escritora de novelas policiales. Recreó a la perfección los ambientes urbanos y la maquinaria del Estado, sobre todo la relacionada con la investigación criminal, ya que estuvo treinta años trabajando para el Servicio Civil Británico. Su primera novela fue Cubridle el rostro. Varias fueron llevadas a la televisión y al cine. Falleció en 2014 en su ciudad natal.

Aumente su poder de palabra. Las palabras son la materia prima de nuestro oficio. Cuanto mayor sea su vocabulario, más eficaz será su escritura. Quienes escriban en inglés tienen la fortuna de contar con el lenguaje más rico y más versátil del mundo. Respételo.


II Lea mucho y discrimine. La mala escritura es contagiosa.

III No solo planee escribir, escriba. Es solo escribiendo, y no soñando con eso, como desarrollamos nuestro propio estilo.

IV Escriba lo que usted necesite escribir, no lo que es actualmente popular o lo que crea que se va a vender.

Abra su mente a nuevas experiencias, en particular al estudio de la gente. Nada de lo que le suceda a un escritor, sea feliz o trágico, debe ser desperdiciado.


FRAGMENTO DE LA SALA DEL CRIMEN


Entonces, por el momento la reconstrucción de la escena sería así —dijo Adam Dalgliesh—: el asesino quita la bombilla, permanece a oscuras al fondo del garaje, desenrosca el tapón del bidón de gasolina y espera, con las cerillas en la mano o en el bolsillo. Seguramente pensó que ya tenía bastante con sujetar el bidón y las cerillas y decidió tirar el tapón. Desde luego, no iba a arriesgarse metiéndoselo en el bolsillo, pues sabía que tendría que actuar con rapidez si quería salir del garaje sin quedar atrapado por el fuego. La víctima, suponiendo que sea Neville Dupayne, abre las puertas del garaje con la Yale. Sabe dónde encontrar el interruptor de la luz. Como esta no se enciende, comprende o ve que falta la bombilla. Sólo tiene que recorrer unos pocos pasos para llegar al coche, de modo que no la necesita. Sube y se abrocha el cinturón. Eso es un poco extraño, porque sólo iba a salir del garaje antes de apearse para cerrar las puertas. Lo de abrocharse el cinturón quizá fuese instintivo. Luego, el agresor surge de entre las sombras. Tengo la impresión de que era alguien a quien la víctima conocía, alguien a quien no temía. Abre la portezuela del coche para hablar con él e inmediatamente éste lo rocía con gasolina. El agresor tiene las cerillas a mano, prende una, se la arroja a Dupayne y se aleja rápidamente. No quiere rodear el coche por la parte de atrás, pues perdería unos segundos preciosos. La verdad, tuvo suerte de salir ileso; así que cerró a medias la portezuela del coche para hacerse sitio para pasar. Puede que encontremos huellas, pero no lo creo. El asesino, si existe, debió de ponerse guantes. La puerta izquierda del garaje está entornada. Me imagino que pensó en cerrar ambas puertas del garaje para no dejar pasar el fuego y que luego decidió no perder más tiempo. Tenía que escapar.

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