“Me encontraba, como digo,
en aquella soledá,
entre tanta oscuridá,
echando al viento mis quejas,
cuando el grito del chajá
me hizo parar las orejas.”
José Hernández“
Martín Fierro”
El chajá es un ave zancuda más grande que un ganso, de cabeza chica para semejante cuerpo, adornada con un copete. Tiene en las alas dos espolones, que usa para defenderse.
Cuando encuentra compañera, es para toda la vida. Si uno muere, el otro no tarda en seguirlo. Por eso, los ingleses los llaman “aves de amor”. Juntos construyen el nido de juncos y cañas, sobre el agua y el barro, y es el macho el encargado de vigilarlo, a cierta distancia. Ante algún peligro, él grita y ella le hace eco. “¡Chajá, chajá!” repite el “centinela del campo”.
Cuenta la leyenda que Yasí, la Luna, tenía la costumbre de bajar a la Tierra convertida en mujer, para observar la conducta de la gente y decirle a Tupá quiénes eran buenos y quiénes, malos. En una tarde calurosa, andaba caminando con un niño. Los dos tenían mucha sed. Por eso, cuando vieron, a lo lejos, a dos muchachas que lavaban ropa en el río Paraná, se acercaron para pedirles un poco de agua. Ellas se la negaron. El chiquito lloraba y pataleaba. la Luna se iba con él, cuando las jóvenes, aparentemente arrepentidas, los llamaron. Yasí vio que le ofrecían agua en una calabaza. Tomó el recipiente en sus manos, pero al probarla, se dio cuenta de que, en realidad, era agua jabonosa. Las muchachas se burlaron de ellos y se rieron a carcajadas.
Yasí, indignada y furiosa, miró al cielo para pedir un castigo para las culpables. Entonces, apareció un ayurú, papagayo que era el mensajero celestial, y les señaló un manantial que acababa de brotar entre los árboles. La Luna y el niño bebieron el agua fresca.
El ayurú les habló a las dos burlonas, que miraban todo con los ojos bien abiertos:
–Éste es el castigo de Tupá ¬–les dijo.
Inmediatamente, las muchachas quedaron transformadas en aves. Una de ellas quiso hablar, pero solo pudo decir:
-¡Ya-há! ¡Ya-há! (que en guaraní quiere decir: “Vamos, vamos”).
Asustadas, se alejaron chillando. Pero no corrieron: volaron.
Esta leyenda fue modificada por los evangelizadores españoles, posiblemente, por los jesuitas: Yasí y el chiquito fueron reemplazados por la Virgen y el niño Jesús. Más tarde, surgió una nueva versión, en que los “sedientos” son Jesús y San Pedro.
“Pura espuma como el chajá”, dice el paisano de las personas que se enojan con facilidad y no tienen valor para tomar decisiones importantes. El origen de este dicho popular puede estar basado en que el chajá tiene alas pequeñas para elevarse tanto, pero puede esponjar sus plumas y dilatar su cuerpo con celdas aéreas debajo de la piel, para hacerse más liviano. Adquiere así, un enorme volumen que, en realidad, no existe. Además, el hombre no lo persigue para comerlo, porque su carne es fofa, escasa y con gusto parecido a la espuma del jabón.
Marita von Saltzen
Hermosa leyenda. Me encantó. 👏 👏 Felicitaciones por tan bello texto. Si me autorizas en algún momento la narrare.
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