sábado, 11 de junio de 2022

La bendición (Cuento)


Esbelto, grácil, así era Zolco, el unicornio. Emergió un día de las aguas del río de la Plata y ensayó sus primeros pasos en el bosque de alisos de la Reserva Ecológica. Corría entre los árboles mientras algunas ramas maltrataban su cuerpo de plata. Miraba desorientado, asustado; lucía su natural timidez transformada en miedo.

Cuando entró en el pastizal de cortaderas, su cola larga quedó atrapada entre las espinas. Entonces usó su cuerno de cristal, que señalaba la luna, para sus primeros pases de magia.

Liberado por fin, entró en la ciudad.

Dicen que solo los poetas y los espíritus sensibles pudieron verlo. 
Vos y yo nos paralizamos frente a él. Zolco detuvo su loca carrera entre los edificios del centro y nos miró. Sé que los unicornios no pueden sonreír, pero podría jurar que lo hizo. Luego, inclinó su cabeza hacia nosotros mientras doblaba su pata derecha en una extraña reverencia. Ambos sentimos que nos atravesó un rayo lumínico desde su cuerno cristalino, como si bendijera nuestro amor.
Fue apenas un instante, antes de perderse en la vorágine de Buenos Aires.

Marita von Saltzen

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