La
coma es un signo de puntuación simpático, útil y práctico, pero no es el único
y no se acomoda a todas las circunstancias.
Cuando
Graciela Cabal leía, la maestra le enseñaba a hacer pausas: tenía que contar
hasta uno cuando era una coma, hasta dos en el punto y coma, hasta tres en el
punto seguido y hasta cuatro (y a ella le parecía una exageración) en el punto
y aparte. Y éste es el motivo de la puntuación: hacer pausas para hacer más clara
la lectura y para facilitar la comprensión del texto.
Las
enumeraciones van entre comas, salvo la “y” del final, que reemplaza la coma:
En el canasto, había peras, manzanas, sandías y melones.
Cuando
lo que se enumera es muy largo, se usa el punto y coma en lugar de la coma.
Los
vocativos van entre comas:
Es así nomás, queridos lectores, así de simple.
Las
aposiciones, también:
La golondrina, pájaro blanco y negro, anuncia la primavera.
Nunca
se separan el sujeto y el predicado por una coma:
El hombre salió de su casa temprano.
Y no: El
hombre, salió de su casa temprano.