Un aullido ensordecedor interrumpió todas las conversaciones.
Mariana dejó de comentarle a
Araceli las novedades del club de bridge. Esteban y Hernán dejaron la pelota en
el aire en el relato del gol increíble del delantero de San Lorenzo. Mónica
pegó un respingo y, sin proponérselo, dejó caer el celular; su hermano, del
otro lado de la comunicación, repetía “hola, hola” …
–¿Escucharon eso? –preguntó Mariana
sin esperar respuesta.
¿–De dónde vino? –quiso saber
Mónica.
Comenzó la discusión: del
departamento de la derecha o del de la izquierda, del de arriba o del de abajo,
del pasillo, de la calle… Imposible ponerse de acuerdo.
–Las paredes de estos edificios
nuevos son de papel –aseguró Esteban–. Eso vino del departamento de al lado –Y
señaló a la derecha.
–¿Quién vive ahí? –quiso saber Hernán.
Araceli, la dueña de casa, contó
que ese era el departamento más grande del edificio.
–Tiene como tres dormitorios, creo.
Otro aullido volvió a
sobresaltarlos. Esta vez, más fuerte y prolongado. Ninguno dudó: provenía de la
derecha.
Araceli siguió:
–Ahí vivía una pareja que no paraba
de tener hijos. ¡Pobres! Buscaban una nena y les llegó recién en el octavo
lugar. Imagínense: ¡ocho hijos!
–¡Qué locura! –dijo Mariana– Yo no
voy a tener más de tres. Y si son todos del mismo sexo, me da lo mismo.
–La madre murió joven. El padre se
volvió a casar, pero la tipa no aguantó tantos chicos. Y ellos la odiaban. A
veces ella venía a casa y me contaba las maldades que le hacían. Soportó lo que
pudo y se borró. Los hijos no se llevaban bien ni siquiera con el padre.
–Bueno –insistió Hernán–, pero
ahora ¿quién vive ahí?
–El departamento está vacío, pero
de vez en cuando viene alguno de los hijos, sobre todo el más chico.
Un nuevo aullido. Golpes. Gritos.
–¿Qué estará pasando? –Mónica
temblaba y estaba a punto de largarse a llorar.
–¿Vamos a ver? –propuso Esteban.
Los demás lo tomaron por loco. A lo
sumo tendrían que llamar al 911. Así hicieron.
Al rato, escucharon el portero
eléctrico. Era la policía. Cuando Araceli abrió la puerta para bajar a
recibirlos, pasó delante de ella como una ráfaga un perro enorme (quizás un
lobo).
La policía encontró el cuerpo
destrozado de un hombre mayor. Afuera, brillaba la luna llena.
Marita von Saltzen
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