Joyce Carol Oates
Nació en Lockport, New York, Estados Unidos en 1938. Es novelista, cuentista, poeta, dramaturga, ensayista y editora. Es autora de cuentos, relatos cortos, teatro, ensayos, poemas, libros juveniles e infantiles y especialmente novelas, algunas de las cuales las ha firmado con los seudónimos de Rosamond Smith y Lauren Kelly. De entre su obra habría que destacar títulos como Qué fue de los Mulvaney, Monstruo de ojos verdes, La hija del sepulturero, Bestias o Una hermosa doncella, entre otros.
II La primera frase solo se puede escribir después de que haya sido escrita la última frase. El primer borrador es el infierno. El último borrador, el paraíso.
III Escriba para sus contemporáneos, no para la posteridad. Si tiene suerte, sus contemporáneos se convertirán en la posteridad.
IV Tenga presente a Oscar Wilde: “Un poco de sinceridad es peligrosa, y mucha es absolutamente fatal”.
V Cuando dude sobre cómo finalizar un capítulo, haga que aparezca un hombre con una pistola (Es un consejo de Raymond Chandler. No es mío. Yo no lo probaría.).
VI A menos que esté escribiendo algo muy vanguardista -retorcido, enmarañado y oscuro- considere dividir los párrafos adecuadamente. Debe estar atento a las posibilidades de la utilización de vocablos simples conocidos en lugar de "grandes" palabras polisilábicas.
VII Sea su propio editor y crítico. Comprensivo, pero ¡despiadado!
VIII No espere un “lector ideal”. Puede que él o ella exista, pero está leyendo a otro.
IX ¡Lea, observe, escuche intensamente! Como si su vida dependiera de ello.
X Escriba de corazón. Mantenga el corazón alegre, esperanzado. Pero espere lo peor.
FRAGMENTO DE BLONDE
El público de quince mil demócratas ricos
expresó a gritos su aprobación. Salvo que fuera un benevolente desprecio.
¡Mari-lyn! ¡Mari-lyn! Esta mujer increíble fue el gran final de la fiesta de
cumpleaños, y mereció la pena esperar. Hasta el Presidente, que había dado
cabezadas durante algunos de los saludos, como los gospels cantados con emoción
y a capella por un coro negro de Alabama, le prestó toda su atención. En el
palco presidencial estaba el juvenil Presidente con corbata negra, arrellanado
en un sillón con los pies en alto, sobre la barandilla, con un puro (cubano, de
la mejor marca) entre los dientes. Y qué dientes tan grandes y blancos. Miraba
hacia abajo, a Marilyn, ese espectáculo de cuerpo mamífero y reluciente vestido
“transparente”. ¿Habría tenido Marilyn tiempo para preguntarse si el Presidente
viajaría a Los Ángeles para ayudarla a celebrar su cumpleaños el primero de
junio?, una celebración seguramente íntima; no, no era probable que hubiese
tenido tiempo de preguntárselo, porque estaba de pie ante el micrófono,
atontada y con una sonrisa ausente, lamiéndose los labios pintados de rojo como
en un desesperado intento de recordar dónde estaba y qué era aquello, con los
ojos vidriosos, tambaleándose sobre sus tacones de aguja, comenzando por fin a
cantar, después de una pausa turbadoramente larga con la voz débil, cálida y
sensualmente ronca de Marilyn:
Hap py birth dayyy to you
H-Hap py birth day mis ter pres i dent
Hap py birth day to you.
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