Un beso de zaguán fue el nuestro.
Nuestras bocas descubrieron
el ajuste exacto del encuentro.
Tu aliento se engarzó en mi aliento
como un augurio seguro
de los besos que vendrían.
El roce de tu piel en mi mejilla
fue un pájaro anidando en mi deseo
fue un beso en el tiempo
fue una nave que nos llevó tan lejos.
No cupo ya una brizna de aire
entre tu pecho y el mío.
Nuestras lenguas indómitas
jinetes ardientes del deseo
cabalgaron su fuego
arrastraron recuerdos de otros besos nimios.
Fuimos ardor, impaciencia, milagro
fuimos uno por fin.
Y fuimos beso.
Marita von Saltzen
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